Mi visión del retrato, una mirada personal de el oficio de retratista como plataforma para un sistema de construcción de obra.
Al realizar mi trabajo como retratista estoy entregando un servicio, en el cual me propongo capturar momentos desde una mirada artística, diferente a la fotografía.
El publico puede tener la posibilidad de compartir la sensibilidad del artista en su mirada a la belleza natural de cada persona, de obtener una obra de arte personalizada otorgando estatus y trascendencia pues perdura como lo han hecho un sinfín de obras artísticas en la historia.
Como artista encuentro en la cotidianidad mi reflejo, me apropio de los rostros ajenos para por medio de mi trabajo generar una autorreferencia, es decir, “mi obra artística”, en ella el ego juega un rol fundamental también ya que al no tratarse de una perfecta imitación tecnológica como en la fotografía es menos “funcional” y mas personal en su expresión y técnica.
Los retratos no entablan una relación mimética de la realidad en forma exacta, la velocidad del trazo, el error, el leve y efímero dialogo con mi modelo, el afán inconsciente de poner “algo mio ahí” y un sinnúmero de otros factores influyen en el resultado del dibujo (muchísimo mas aun cuando es en vivo), este “d-efecto” técnico lleva al dibujo mas allá de la sola identificación e imitación de caracteres visuales.
Retratar se torna una forma de representar, tanto lo evidente o visible como lo oculto de las personas. No solo es un ejercicio de imitar en un papel la apariencia física de un individuo, sino mas bien un juego entre caracteres del cuerpo y el alma, la cual se asoma y oculta tras la mascara o velo de la piel. Es necesario entonces usar también la intuición.
Lo oculto y la mimesis se relacionan en el retrato en un mensaje silencioso entre las líneas de un engendro que se asoma, fusión de artista y modelo, cada retrato es un “alter-retrato” un autorretrato del autor.
El retrato ha sido utilizado desde los orígenes del arte, según el mito griego de la alfarera de Corintio sustituyendo la presencia real de un ser, en la genealogía de familias, como documento identitario o histórico, en las jerarquías de ejércitos, naciones y empresas, graficando liderazgo o el ejemplo de mártires, héroes, próceres y trabajadores del mes.
El retrato, autorretrato y caricaturas poseen estrechas relaciones con la vida y la eternidad, así como también con la identidad y alteridad. Puede ser una efigie inmortalizadora y a la vez una identidad alterna producto de la fusión de representante y modelo.
En el proceso de retratar se hacen visibles los caracteres físicos de la persona, el transcurso del tiempo y el momento en el que ocurre, las sensaciones de quien intenta apropiarse psíquicamente de la personalidad ajena por medio del ojo para devolverla en la huella del movimiento de su mano con sus herramientas y materiales.
En el retrato no tan sólo se hace evidente lo que llamo “egofagia” como apropiación de identidad, sino tambien un conjunto de relaciones paralelas y perpendiculares ligadas a los conceptos de identidad y alteridad.
En el sentido restringido de la palabra se define el retrato como la reproducción gráfica de la apariencia de una determinada persona. Para mí retratar es una forma de representar tanto lo evidente o visible como lo oculto de las personas. No sólo es un ejercicio de representar la apariencia física identitaria de un individuo, sino más bien un juego entre los caracteres del cuerpo y del alma, la cual tiende a asomarse y ocultarse tras la máscara de la piel. En cierta forma es además un engendro, fusión entre representante y modelo.
El retrato, autorretrato y las identidades, establecen un juego de transformaciones de fluidez hedonista. Parto y deposición de la imagen propia, al tiempo que me desprendo de ella, perdiendo la propia identidad, transformándola como expresión de una escena siempre provisional y transitoria.